La distorsión ideológica de la «e»
En las últimas décadas, hemos sido testigos de una serie de propuestas pedagógicas y movimientos ideológicos que promueven la utilización de la «e» como símbolo de inclusión y diversidad en el lenguaje. Aunque en su origen estas ideas buscan ampliar la mirada social y promover la igualdad, desde una perspectiva pedagógica, lingüística y epistemológica, su aplicación en las etapas iniciales de alfabetización puede tener consecuencias nefastas para el aprendizaje y la comprensión del idioma.
El sistema lingüístico y la función de la «e»:
Desde la lingüística, la lengua española se rige por un sistema de reglas que permiten su funcionamiento eficiente y comprensible. Según Ferdinand de Saussure, la lengua es un sistema de signos que deben seguir reglas internas para facilitar la comunicación (Saussure, 1916). La introducción de formas no convencionales, como “todes” en lugar de “todos”, “les” en lugar de “los” o “las”, altera esas reglas y genera confusión en quienes están en proceso de aprender el idioma.
En su obra *Gramática de la lengua española*, Real Academia Española (RAE) afirma que la morfología y la ortografía son elementos fundamentales para la correcta escritura y lectura. La modificación de estas formas, sin un sustento lingüístico, no solo distorsiona la estructura del idioma, sino que también dificulta la adquisición de conocimientos sólidos en los niños

📚 La pedagogía y el riesgo de la distorsión:
Desde la pedagogía, sabemos que el aprendizaje de la lectura y escritura requiere un proceso sistemático, en el que el alumno internaliza las reglas del sistema ortográfico y fonológico. María Moliner (1974) señala que la enseñanza debe partir de un conocimiento claro y explícito de las reglas del idioma, para que los niños puedan comprender y aplicar correctamente las normas en su producción escrita.
La introducción de formas “alternativas” que rompen con esas reglas, como el uso de la «e» en contextos no convencionales, representa un riesgo: crea un sistema paralelo que puede obstaculizar la internalización de las reglas ortográficas y morfológicas. Como advierte Ana María Fagundo (2004), “la enseñanza de la lengua debe sustentarse en una base sólida de conocimientos normativos y en la comprensión de su funcionamiento, no en la improvisación o en prácticas que la distorsionan”.
La ideología y la función del lenguaje:
Desde un enfoque crítico, es importante señalar que estas prácticas responden a una lógica ideológica que busca “reformular” el lenguaje para ajustarlo a ciertos ideales políticos y sociales. La filósofa y lingüista Noam Chomsky (1965), en su teoría de la competencia lingüística, sostiene que el idioma es un sistema innato y estructurado, que no debe ser modificado arbitrariamente sin tener en cuenta su funcionamiento interno.
El intento de alterar las reglas del idioma, bajo la excusa de promover la inclusión, puede interpretarse como una forma de distorsión del sistema que, en realidad, dificulta la comunicación efectiva y el aprendizaje. Como señala Pierre Bourdieu (1991), “el lenguaje no es solo un medio de comunicación, sino también un campo de poder y reproducción social”, y manipular sus reglas desde una posición ideológica puede tener efectos contraproducentes en la formación de sujetos competentes y críticos.
Consecuencias prácticas y sociales:
En la práctica, la introducción de estas formas no convencionales puede generar confusión en los niños y niñas, obstaculizando su proceso de alfabetización. La misma Real Academia Española advierte que la ortografía y la morfología son elementos que deben enseñarse con rigor para evitar errores en la escritura y en la lectura formal.
Desde una perspectiva social, estas prácticas también reflejan una desconexión con las necesidades reales de las comunidades. La alfabetización no puede reducirse a una mera cuestión ideológica, sino que debe centrarse en la adquisición de habilidades que permitan a las personas comunicarse, comprender y participar en la cultura escrita de manera efectiva.
En definitiva, la introducción de la «e» como símbolo de inclusión en la enseñanza del idioma, sin un sustento lingüístico y pedagógico sólido, representa una distorsión del sistema que puede obstaculizar el proceso de alfabetización.
Un espacio que invita al encuentro directo, al cruce de miradas y al ritual amoroso de dejar una dedicatoria en manos de quien elige leer.
🌿Como advierten expertos en lingüística y pedagogía, la enseñanza del idioma debe fundamentarse en el respeto por su estructura y reglas, promoviendo el aprendizaje de manera clara, sistemática y crítica (De Saussure, 1916; Fagundo, 2004; Bourdieu, 1991).
El verdadero avance en la educación y en la inclusión social pasa por garantizar que todos los niños y niñas tengan acceso a una alfabetización sólida, que respete las reglas del idioma y fomente el pensamiento crítico, sin caer en modas ideológicas que, en última instancia, pueden costarle caro al proceso de aprendizaje y a la comunicación efectiva en nuestra sociedad.